Raíces, 2015
Óleo sobre tabla
22 x 27 cm.
La tierra no existe, los colores son los del cielo, el cuerpo es etéreo, múltiple y está en constante movimiento, expansión y contracción como si de una nube se tratase.
Es un cuerpo transparente que se esconde en su propio desdoblamiento, que niega la idea tradicional de que el cuerpo es sólo uno, pero que sigue naciendo y muriendo en la naturaleza.
Obra en colección particular.